Deseamos presentar este artículo, que es una colaboración
latinoamericana enviada por Norberto Ovando desde Argentina. Nos pone en primer plano la
necesidad de luchar por la conservación de las montañas y otros lugares venerados
como sagrados por nuestros antepasados. En Nicaragua tenemos los ejemplos de Yeluka,
lugar sagrado de los mayagnas; isla Zapatera (Chomitl – Tenamitl), lugar
sagrado de los chorotegas; la isla Ometepe, lugar sagrado de los nahuas, etc.
Lo
hemos “adornado” con dos fotos de Ometepe; cuyo propietario, Álvaro Arcia Cruz, nos las ha facilitado y a quien deseamos agradecer su contribución. Ambas correponden al volcán Concepción, cuyo nombre
nahual original es “Omeyatecigua”, ya que ambos volcanes (Concepción y Maderas)
representan para ellos, la pareja creadora que viven en el cielo más alto.
Luchar por la preservación de estos sitios, no sólo desde la perspectiva de su riqueza natural; sino también como patrimonio cultural. Queda
el artículo como una reflexión presente, de la riqueza de nuestro pasado.
Los gigantes pétreos son considerados uno de los
símbolos religiosos y metafísicos, un icono de la elevación espiritual y del
acercamiento del ser humano a la Divinidad. Desde tiempos prehistóricos,
algunas montañas han sido sacralizadas por pueblos y culturas diversas, y aún
hoy siguen siéndolo en aquellas sociedades consideradas como las más avanzadas
tecnológica y culturalmente.
Por Prof.
Norberto Ovando* y Dr. Bernardo Esmerian**
Montañas
Sagradas
Las montañas sagradas no suelen ser objeto de
conservación ni de protección jurídica, y en consecuencia, están expuestas a
los efectos de un desarrollo inadecuado e insostenible.
Para proteger las montañas sagradas contra la
degradación ambiental y fortalecer la integridad de las culturas locales; las
políticas y las leyes deben reconocer su valor espiritual, conservar el entorno
montañoso y respetar las necesidades y las preferencias de la población local.
Las montañas pueden ser consideradas sagradas desde
varios puntos de vista. En primer lugar, determinadas culturas o tradiciones
religiosas consideran sagradas a ciertas colinas y cumbres, que quedan
envueltas en mitos, creencias y prácticas religiosas. En segundo lugar, una
montaña o una cordillera, sean o no veneradas, pueden estar relacionadas con
las actividades de personas o seres sagrados o albergar lugares sagrados, tales
como templos y bosques. En tercer lugar, las montañas que no se consideran
sagradas en un sentido tradicional pueden despertar un sentimiento de
admiración y de respeto reverencial que las convierte en lugares imbuidos de
valor cultural e inspirador a los ojos de determinadas personas o grupos.
Veneradas
mundialmente
Las montañas son veneradas en todo el mundo como
lugares misteriosos que tienen el poder de evocar un intenso sentimiento de lo
sagrado. Para las poblaciones de muy distintas culturas, ese misterio y ese sentimiento
de lo sagrado dan sentido y vitalidad a su existencia.
Muchas culturas veneran las montañas por ser lugares
elevados que encarnan nobles aspiraciones e ideales. Las montañas más altas de
los continentes son actualmente sagradas, como el Sagarmatha", que
significa "La frente del Cielo", o como lo llaman los tibetanos
"Chomolungma", la "Madre del Universo". Ambos nombres son
mucho más respetuosos que su apelativo occidental Everest y al gran Janq'uqhawa que en idioma aymara significa “caparazón blanco”,
más conocido como Aconcagua.
El poder de
muchas montañas sagradas tiene su origen en la presencia de deidades en la
montaña o encarnada en ella. Para los hindúes, el monte Kailas es la morada del
Dios Shiva. Los Maestros hindúes morían en actitud meditativa en el monte
Kailas. Los
kikuyu de Kenia veneran la cumbre del volcán Kenya “montaña luminosa” como
lugar de descanso en este mundo de Ngai, o Dios.
Desde lo
médico - filosófico
La montaña es un gran “organismo” viviente complejo,
sensible; por tal, debemos tener conciencia de su sustentabilidad como toda la
vida que nos entorna.
No es para mediocres pero acceder a ella no requiere
ser superhombre. El escalamiento tiene una concordancia con el esfuerzo físico
y mental del ser.
Vale acercarse a esas rocas, mirarlas, tocarlas,
escucharlas, admirarlas y quedarse contemplándolas casi “catatónicamente”; y
lograr así, un disfrute muy íntimo, mayor si es compartido, atemporal, donde el
todo y la nada se unen como se unen allí la Tierra y el Cielo.
Son muchos, tradicionales y modernos, los que ven a las
montañas como un jardín y un paraíso, como un cielo en la tierra. Quizás sea el
lugar ideal, posible, donde habitar consigo mismo.
Muchos excursionistas y montañistas acudimos a ellas
por considerarlas verdaderos paraísos terrenales donde se encuentra el solaz de
este entorno gris y pesado del mundo actual.
Desde siempre el hombre a querido “llegar muy alto”,
desde la antigua Babel, hasta las imponentes torres de la moderna arquitectura,
olvidando que la Tierra puede desperezarse y tronar. Pensemos que la mayoría de
estos mortales, no han alcanzado y quizás nunca alcancen la verdadera altura,
la espiritualidad.
Recordemos la pregunta que le formularon al Filósofo
chino Lao Tze “el viejo maestro” ¿dónde vivir, en el valle o en la montaña?, el
sabio aconsejaba “El ideal es en la mitad de camino”.
Conclusión
Las montañas siguen siendo el gran manantial de la
vida, la sabiduría y la fuente de inspiración necesaria para conservar la
naturaleza., por eso donde quiera que vivamos, tenemos la obligación de
protegerlas.
“La cima es la mitad del camino” Edmund Visteurs, montañista
* Presidente
/ Asociación Amigos de los Parques Nacionales - AAPN -
Experto Comisión Mundial de Áreas
Protegidas - WCPA - de la UICN.
Red Latinoamericana de Áreas Protegidas - RELAP -
** Médico y Cirujano