Para un
país como Nicaragua, que experimenta un crecimiento importante de la actividad
turística, es imprescindible el aumento de la oferta de destinos turísticos.
Las áreas protegidas del país, con más de dos millones de hectáreas,
constituyen una importante salida a esta demanda creciente de nuevos destinos.
Por otro lado, la mayoría de las áreas protegidas del país se caracterizan por
presentar población con altos niveles de pobreza, usualmente por encima de los
promedios de los propios municipios en los que están localizadas. De ahí que la
actividad turística puede convertirse en una excelente opción ocupacional y
económica para pequeños y medianos productores; y para los pobladores rurales,
principalmente jóvenes, que habitan en ellas o en las zonas aledañas.
Sin
embargo, una advertencia muy importante, que con frecuencia se olvida, es que
esta expansión turística no puede ser a
costa de los variados ecosistemas de estas áreas; por lo que el turismo dentro
de las mismas no puede plantearse sino bajo la modalidad de ecoturismo,
incluyendo algunas variantes como turismo de especialistas. Respetar con mucho
esmero la capacidad de carga de los ecosistemas, cumplir estrictamente las
normas propuestas en los Planes de manejo son puntos de partida importantes de
planificación para garantizar la sostenibilidad de la actividad.
Las restricciones impuestas a la producción tradicional (uso de
agroquímicos, prohibición de uso de variedades exóticas en la actividad agropecuaria,
prohibición de extracción o aprovechamiento de determinadas especies vegetales
o animales, limitaciones para el monocultivo, etc.) afectan económicamente principalmente
a los pequeños y medianos productores, generando en no pocas ocasiones conflictos.
Los dos
pilares económicos básicos para el desarrollo de las comunidades rurales en las
áreas protegidas deberían ser, la producción agrosilvopastoril sostenible, y la
compensación por los servicios ambientales a los productores (hídricos, captura
de carbono, biodiversidad, belleza escénica). Sin embargo, los altos costos de
transacción dificultan la aplicabilidad de mecanismos de compensación en el
corto plazo. En Nicaragua la actividad turística ha mostrado mejor desempeño en
la aplicabilidad en el corto y mediano plazo.
La participación directa de los productores campesinos y los jóvenes
de las comunidades rurales en la gestión del turismo en áreas protegidas, debe
considerarse como una estrategia de
manejo de todas las áreas protegidas, para lograr un impacto ambiental
positivo, al mismo tiempo que se permite el mejoramiento de la calidad de vida
de los pobladores rurales.
La participación directa de los productores campesinos y sus familias en
la gestión turística de las áreas protegidas, puede incluir una
diversidad de actividades, tales como: guías turísticos, provisión de alimentos
frescos y/o calientes, alquiler de equinos u otros animales de carga, servicios
de alojamiento rústico, alquiler de lotes para acampar, servicios de miradores
y/o senderos, venta de especies de flora y fauna permitidas, alquiler de
equipos de campamento (binoculares, casas de campaña, etc.), presentaciones
culturales, venta de suvenires, etc. Todo debe ser planificado y ejecutado bajo
un esquema de respeto a las costumbres y creencias locales.
Las acciones estratégicas mínimas necesarias para la implementación
deberían ser: realización de inventarios de recursos y personal disponible para
la actividad en cada área, organización, capacitación, financiamiento, y asistencia
técnica a los mismos. Resulta clave además el apoyo para promoción interna e
internacional. Todo esto debe implicar la participación
directa de los pobladores del área en la toma de decisiones.
Con mi blog pretendo colaborar con este proceso
de forma práctica. Les agradeceré sus aportes y puntos de vista. Les
regalo ese juego de luces sobre las montañas del área protegida “Tisey
– La Estanzuela” en Estelí.